martes, 7 de noviembre de 2006

Vivir concientemente

Al atardecer, un pastor se disponía a conducir el rebaño al establo, pero sentía sueño y decidió descansar un rato bajo un árbol. Al poco se quedó dormido y cuando despertó había anochecido. En medio de la oscuridad trató de reunir a sus ovejas para contarlas y, muy alarmado, se dio cuenta que faltaba una de ellas.
La buscó durante horas y al ver que no la encontraba empezó a llorar muy apenado. Se dijo así mismo que era un mal pastor, incapaz de atender bien a sus ovejas y se sintió muy cansado. Pensó que cuidar de un rebaño tan grande suponía llevar una carga de responsabilidad enorme sobre sus espaldas. Hasta pudo sentir sus músculos tensos como si soportasen un gran peso encima.
El caso es que para despejarse un poco antes de seguir la búsqueda tomo su farol y se acercó a un pozo para beber y lavarse la cara. Al inclinarse su imagen quedó reflejada en sus aguas y fue cuando observó con asombro que la oveja perdida la llevaba sobre sus hombros."
Algunos seres humanos hemos ido desarrollado la capacidad de autoconciencia. Sabemos observar, con conciencia interior, lo que estamos experimentando y la forma como lo estamos haciendo, a la vez que somos conscientes de esta observación. Esta útil perspectiva, base de muchos ejercicios meditativos, puede llamarse metafóricamente, el observador interno o la conciencia testigo, y nos permite quitar la atención de la incesante cháchara mental promovida por nuestra personalidad y descubrir nuestra sabiduría interior. Es como recorrer los campos en busca de la oveja perdida y darnos cuenta que la llevamos encima.
Cultivando el arte de la percepción consciente podemos vernos y comprendernos en nuestras reacciones automáticas y nuestros comportamientos compulsivos, pero para que este ejercicio sea eficaz tenemos que contemplar con ecuanimidad, observar sin juzgar, mirar sin intención de argumentar y poner atención para reconocer lo que está ocurriendo. Así abrimos camino para salir de la identificación inconsciente con nuestros pensamientos, emociones, sensaciones y patrones de conducta. Somos algo más que nuestras molestias y problemas. El ego, ese conjunto de ideas limitadas sobre nosotros mismos comienza a dejar espacio a otra dimensión de identidad. Empezamos a permitirnos ser en forma consciente y aceptante y desde esa conciencia, desde esa autoestima incondicional, podemos desarrollar todo nuestro potencial.
Un abrazo fraternal en la luz del amor
Miccael Sais

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