martes, 1 de agosto de 2006

Ejemplos de las barrerras emocionales del evasivo en las relaciones de pareja.

Algunos ejemplos de este tipo de barreras emocionales serían:
 
Cólera: las reacciones del evasivo pueden ser tan desproporcionadas como para que su pareja aprenda a no plantearle según qué cuestiones, a discutirle o preguntarle nada que le afecte. Por ejemplo: Evasivo ha quedado con Segura para ir al cine. Evasivo llega tarde y se encuentra con que Segura, con razón, está molesta porque ya no llegan al pase de la película que ella llevaba toda la semana soñando con ver. Evasivo no se disculpa, sino que se pone a gritar como un poseso acusando a Segura de ponerle histérico y de exigirle demasiado. Si Segura es de verdad Segura, Evasivo no la vuelve a ver el pelo. Pero si Evasivo emplea la misma táctica con Ansiosa, podemos dar por hecho que la próxima vez que Evasivo llegue tarde Ansiosa no dirá esta boca es mía.
 
Silencio: Ante según qué preguntas o demandas, el evasivo se hunde en el mutismo más absoluto. Por ejemplo: Evasivo ha quedado con Segura para ir al cine. Evasivo llega tarde y se encuentra con que Segura, con razón, está molesta porque ya no llegan al pase de la película que ella llevaba toda la semana soñando con ver. Evasivo no se disculpa, y tampoco dice nada. Esto exaspera a Segura, que se va enfadando cada vez más. Cuando Segura llega a gritar o decide irse a su casa, Evasivo la llama exagerada: pues tampoco hay que ponerse así sólo porque he llegado tarde…
 
Falsa madurez: una armadura de calma y amabilidad que el evasivo interpone contra cualquier demanda emocional, de forma que la pareja parezca, por contraste, inmadura, exagerada o exigente. Por ejemplo: Evasivo ha quedado con Segura para ir al cine. Evasivo llega tarde y se encuentra con que Segura, con razón, está molesta porque ya no llegan al pase de la película que ella llevaba toda la semana soñando con ver. Evasivo no se disculpa, mantiene la calma y, siendo extremadamente amable, convence a Segura de que su reacción es exagerada, cuando no lo es. Trata a Segura como a una niña que tiene una rabieta porque se le ha roto el juguete y, en el fondo, la humilla. Pero de forma muy cortés, eso sí.
 
Distracciones: consiste en mantenerse siempre ocupado cuando se está en presencia del otro miembro de la pareja. Un evasivo puede tener siempre la tele o el equipo de música encendido cuando está en casa, o estar leyendo siempre, o reparando cosas, o arreglando el jardín. Por ejemplo: Evasivo ha quedado con Segura para ir al cine. Evasivo llega tarde y se encuentra con que Segura, con razón, está molesta porque ya no llegan al pase de la película que ella llevaba toda la semana soñando con ver. Evasivo no se disculpa, sino que se pone a enviar mensajes por el móvil haciendo caso omiso del cabreo de Segura.
 
Infidelidad: decía George Herbert que el adulterio se justifica porque el alma necesita pocas cosas y el cuerpo muchas. Pero a veces el cuerpo las necesita precisamente porque el alma las reclama. Una relación clandestina le puede aportar a un evasivo la sensación tranquilizadora de que no depende por completo de la pareja oficial. No se trata de una relación importante, pero tampoco de una aventura de fin de semana. Es decir, el infiel evasivo ve a su «otra» con cierta constancia, pero siempre tiene claro que para él la importante es la oficial y no la amante, a la que mantiene, como si dijéramos, en el banquillo de los suplentes, por si se diera el caso de que el jugador seleccionado se lesionara en el campo de juego.
En algunos casos la infidelidad aparece, tras años de irreprochable devoción, cuando el evasivo se descubre por alguna razón dependiendo demasiado de su santa. Por ejemplo, un evasivo que pierde a su mejor amigo, o su trabajo, o a alguien muy querido de la familia… —a algo o a alguien, en definitiva, que constituía una gratificación emocional o un lazo afectivo poderoso— se puede sentir en manos de su pareja, y es entonces cuando recurrirá a una tercera en discordia para evitar esa angustia de sentirse vulnerable.
Por sus obras les conoceréis, decía Jesucristo, y al evasivo se le reconoce por sus obras. De forma que si descubres que tu pareja te es infiel, plantéate tú y plantéale a él o ella cuál puede ser la razón última de su comportamiento. Si te parece que pueda tratarse de un miedo a la dependencia, tienes dos opciones: o dejarlo tú, porque él o ella no te va a querer dejar; o aconsejarle la visita a un profesional, porque un problema semejante no se arregla de la noche a la mañana por mucha paciencia, tiempo y diálogo que le eches al asunto. Es verdad que ciertas personas tienen más aguante o más sangre fría que otras, y por muchas razones (por cuestión de temperamento o de interés) son más capaces de aplicar la máxima «ojos que no ven, corazón que no siente» y perdonar lo que no deja de ser una relación de segunda clase que nunca amenaza seriamente la oficial. Sin olvidar aquello que dijo Dumas de que el matrimonio es una cadena tan pesada que para llevarla hace falta ser dos y, a menudo, tres.
 
Os advierto, queridos lectores y lectoras, de que las tácticas mencionadas las he vivido todas, una por una, con un Evasivo con el que estuve tratando durante diez años, al que consideraba como uno de mis mejores amigos hasta el día en que se me agotó la paciencia y que siempre llegaba tarde (o no llegaba) no sólo al cine sino a cualquier cita. Se trataba de Juanjo, aspirante a actor y camarero en una de las macrodiscotecas más famosas de la Kapital, ya citada en otro capítulo de este libro, que no por casualidad salía y sigue saliendo con una ansiosa que es la única que le aguanta y a la que, por supuesto, y como ya sabemos, es infiel.
 
El evasivo teme la intimidad porque ha sido maltratado en la infancia (el abandono o la distancia emocional son tipos de maltrato) y la asocia pues con el dolor. El evasivo, por ejemplo, es infiel por una cuestión de alma más que de cuerpo: porque teme ser demasiado dependiente de la persona amada. De niño sufrió el abandono físico o psicológico por parte de un ser querido o, simplemente, tuvo que soportar que le amenazaran constantemente con hacerlo. En él se descargó el mal humor de un padre irascible y/o machista, o tuvo que sufrir los bruscos cambios de ánimo de una madre neurótica y/o frustrada, o se le relegó a un segundo plano con la llegada de un hermano y se le quedó grabado a fuego en el subconsciente que depender emocionalmente de alguien puede ser peligroso, eso que dicen los ingleses de «no pongas todos los huevos en una sola cesta». El evasivo teme la cercanía física y emocional, pues la siente como una amenaza, pero teme también el abandono, así que necesita tener a alguien «cercano distantemente». Si su pareja es también evasiva, pero está legitimada por el matrimonio o la convivencia, se sentirá a gusto. Si su pareja no es evasiva y se cansa de esta distancia, entonces el evasivo la perseguirá en cuanto tema el abandono. Si es la pareja segura la que se marcha, no conseguirá retenerla. Pero si se trata de una pareja ansiosa se entra en un círculo vicioso del que hablaremos más adelante.
Los adultos evasivos recuerdan a sus padres como personas frías, que tendían a rechazarles y que nunca se mostraban disponibles.
 
 
Dos tipos de evasivos: el temeroso y el devaluador
Dentro de este patrón evasivo se han descrito dos categorías debido a que se advirtió que se utilizaban principalmente dos formas distintas de evitación, si bien es claro que en ambos casos tienden a eludir la intimidad por temor al rechazo.
 
Estilo temeroso
El temeroso vive las relaciones con una ansiedad alta y temen que sus parejas les hagan daño. No pueden reprimir sentimientos y pensamientos de ansiedad y miedo, aunque lo intenten. Los evasivos temerosos suelen tener una imagen despectiva de los padres. El temeroso se acoraza en su propio mundo y no le contará demasiado de sí mismo a su pareja por miedo a que ésta utilice la información en su contra. Por ejemplo, conozco el caso de un señor cuya esposa se enteró, tras casi diez años de matrimonio, de que su marido había estado previamente casado y tenía dos hijos.
 
Estilo devaluador
Son los que tienen más facilidad para reprimir pensamientos y sentimientos perturbadores. Debido a esta tendencia a olvidar los aspectos más desagradables, estas personas suelen, en ocasiones, idealizar a sus padres, a quienes pueden describir como maravillosos pero sin poder aportar datos (como recuerdos específicos) que lo demuestren. Los devaluadores adquieren este patrón para mantener una sensación de autosuficiencia e independencia y tienen un nivel de ansiedad bajo. El devaluador, como bien dice el nombre, devalúa a su pareja, y se pasará el día acusándola de entrometida, histérica, exagerada, etc… El ejemplo anterior del evasivo que llega tarde al cine es clarísimo.
El perfil de evasivo devaluador coincide con el de dependiente dominante.
 
 fuente: 168 Tipos de Relaciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mi pareja es evasiva?? creo k si,nunca oi esto pero preocupada navegue en internet y me cayo como abillo al dedeo,pues no encontraba razon para justificar un hombre que me ama tanto y al mismo tiempo se aleja pero a pesar de pedirle si terminamos esto,el me dice que me quiere y veo mucho amor en sus ojos.Cualquiera que le cuente,diria ese hombre no te quiere pero sin duda tratandose de un trauma nivel psicologico,pues realizo que me quiere pero sin progresar me siento lasr=timada y estancada por este hombre que quiero.Yo he decidido verlo si se puede pues me mude lejos por circunstancias aunque no lo veia mucho alla,por lo mismo,nos texteamos y escribimos pero aun en texto evade lo que no quiere o teme contestar.pero al mismo tiempo decido hacer mi vida a menos que el se decida y tome iniciativa y valentia.Si Dios me manda otra persona,asi sera.

Anónimo dijo...

¿y los amigos evasivos?